Noviciado

“No me habéis elegido vosotros a Mi,
sino que soy Yo quien os he elegido”.
Juan 15, 16
“Es una cosa cierta que cuando Dios llama a alguien a una vocación cualquiera, se obliga en consecuencia por su Providencia y prudencia divina a proporcionarle todas las ayudas requeridas para hacerse perfecto en su vocación”.
Ntro. Santo Padre Francisco de Sales
El Señor no ha dejado de llamar y su voz amorosa y tierna sigue dejándose escuchar en los corazones de aquellos que, atentos a su mirada, deciden responder con un Sí…como el de María.
Es un llamado a la felicidad como todo lo que proviene del Corazón de Dios. Este anhelo de felicidad que busca tan fuertemente nuestro corazón, es puesto en nosotros por el Señor para hacerse EL MISMO la RESPUESTA.
Nosotros no inventamos la “llamada”…solamente la recibimos y respondemos. El Señor llama de distintas maneras, a través de su Palabra, la oración, en acontecimientos, con la lectura de un libro, en el encuentro con alguna persona, en una prueba, con un atractivo que no sabemos bien cómo expresar, a veces con un sentimiento de vacío e insatisfacción.
Por eso se necesita un camino de luz, de discernimiento en el que alguien nos ayude a clarificar la auténtica llamada de Dios.
El invita y espera
la respuesta libre
a su amor.
La iniciativa siempre es de Dios.
Este es un período muy importante en el camino de seguimiento del Señor.
No venimos buscando un determinado estilo de vida sino respondiendo a una mirada de Jesús.
Nuestro proceso es el siguiente:
Después de varios encuentros en el locutorio con una Hermana encargada de esta misión, existe la posibilidad de un retiro fuera de clausura y posteriormente una experiencia de unos días en la clausura, compartiendo la vida comunitaria.
“La vida claustral no puede ser vivida fielmente si no es una respuesta libre a un llamamiento de Dios; y esta respuesta no puede ser libre si no ha madurado en una reflexión sosegada y en la oración”.
Constituciones de la Orden

“Escucha, hija, mira, inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna. El Rey se enamoró de tu belleza.”
Salmo 44
Quien emprende el camino de la vida religiosa, de algún modo ha escuchado en el secreto de su corazón esta maravillosa “Buena nueva”: el infinito amor personal que el Señor tiene por cada uno de nosotros. Tal como les sucedió a los primeros discípulos, este descubrimiento nos mueve a ir en seguimiento de Jesús:
El noviciado es el tiempo de iniciación a la vida evangélica personal y comunitaria, según el espíritu de la Orden.
Hay que aprender a vivir con Jesús, saber lo que piensa, lo que siente, cuáles son sus intereses, sus gustos, sus preferencias…
Vivir en profunda comunión con su Corazón.
El llena ampliamente nuestro corazón pero antes, se necesita en el alma espacio, lugar libre y acogida del don de la gracia.
La modalidad de la monja contemplativa es vivir separada del mundo no para aislarse en una soledad egoísta, sino para responder a una forma especial de vida que exige silencio para escuchar, recogimiento para ver mejor, retiro para una mayor intimidad con el Señor.
Y así, las separaciones inevitables son vividas con alegría a la luz de la experiencia de la relación profunda con Cristo.
Arraigada en el Misterio Pascual de Cristo, la novicia debe llegar a ser un alma fuerte, avanzar hacia una vida de unión con Dios profunda y valiente,
humilde y confiada.
(Constituciones)
La formación se funda sobre la fe en la gracia, la confianza en el amor operante, la docilidad al Espíritu Santo. El camino lo hace El y hay que “dejarse hacer a su gusto”.
Es un tiempo en que las novicias deberán comprender el alcance, la necesidad y el sentido de la humildad, la dulzura y la total disponibilidad a la Voluntad de Dios.
“Vengan y vean”, dice Jesús a los dos discípulos del Bautista, que han aceptado su testimonio. Al seguirlo, encuentran lo que buscan y se quedan con El. Todo lo que sigue se planteará en un diálogo de Tú a tú con Jesús. Al igual que nosotros, nuestra relación con Dios no se puede dar más que en la atmósfera de un diálogo orante.
Como a los discípulos, Jesús nos lleva paso a paso a hacer una experiencia de su Persona, de su Amor, mostrándonos dónde El vive, para que decidamos personalmente quedarnos con El… Comienza así el camino del discípulo, que lo va llevando hasta “reposar la cabeza en el pecho del Maestro” para comprender el Misterio del llamado, el Misterio de una mirada de predilección a cada una.
Para que el encuentro se convierta en conocimiento y el conocimiento en experiencia se requiere del tiempo.
Jesús pasa por nuestra vida…sigue caminando y nosotros al verlo no podemos resistir esa mirada. Tenemos que seguirlo, es un atractivo que no podemos dejar pasar. Y como hizo con los discípulos, a nuestra iniciativa de seguirlo y de buscarlo, El se vuelve y nos pregunta: ¿qué buscan? El ha venido a la tierra para hacerse buscar y encontrar.
Así comienza una aventura, la aventura de nuestra vida: seguir al Dios vivo. El que me sigue “no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” dice Jesús.
Hermana María Teresa (postulante)
“Sólo puedo
responderle
porque El
me miró y me llamó”
Todo comienza con una gran mirada…unos Ojos que se te clavan y que esperan respuesta…
Fue una mirada que produjo en mí una necesidad, un deseo apremiante de acercarme más y más a Él.
Sí, Jesús me había mirado y eso había cambiado mi vida. Esta certeza profunda me hacía feliz, con un gozo que se estallaba dentro de mí!!!! Yo sabía que había algo nuevo en mí, lo sentía y tenía la certeza…pero ponerle nombre a esa realidad…me parecía “exagerado”…El mismo Señor me fue enseñando a descubrir la realidad, la verdad, lo concreto de esa Mirada: una mirada muy dulce y real, tierna, fuerte y amorosa que daba sentido a toda mi vida….y que yo torpemente, no me atrevía a mirar. Pero al hacerlo, ya no me pude resistir.
Quería vivir y sólo vivir por esta Mirada.
Esta MIRADA es la base que sostiene
todo el recorrido…que falta…
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Hermana María de los Ángeles (Profesa temporal)
“Seguir a Jesús es vivir con El”
Vivir la vida con Cristo es el camino más fascinante que uno pueda imaginar. Todo en ella tiene un único sentido: unirme a Él. Todo es un gran “remitente”: Él, y sólo Él.
El desafío que surge a cada momento en mi corazón es la necesidad de encontrarlo, saber lo que quiere, tenerlo contento, amarlo por sobre todo. Y esto crea en mi vida una intensidad siempre nueva, siempre grande, totalmente plenificante. El me mira en todo y me llama en su amor a mirarlo. Buscándolo es como voy descubriendo todo aquello que debo dejar…cae se su peso dejarlo… El va llenando el corazón en la medida en que le voy dejando lugar. Nuestro corazón nunca fue hecho para estar vacío: mi búsqueda es llegar a ser posesión total suya.
Me gusta mucho la frase de San Pablo: “Vivo yo, mas no soy yo, es Cristo quien vive en mi”…y lo que sigue: ”vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”. Esto resume mi ideal. También me encanta la imagen de la vid y los sarmientos y la forma como la explicaba el Papa Benedicto en una lectio a los seminaristas:
“En la parábola de la vid, Jesús no nos dice: "Vosotros sois la vid",
sino: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos". Y esto significa: "Así como los sarmientos están unidos a la vid, de igual modo vosotros me pertenecéis. Y este pertenecer a Él, no entraña un tipo cualquiera de relación teórica, imaginaria, simbólica, sino casi me atrevería a decir, un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico, plenamente vital. Esto se da desde el Bautismo y se profundiza cada vez más en la Eucaristía. "Yo soy la verdadera vid", significa en realidad propiamente: "Yo soy vosotros y vosotros sois yo"; una identificación inaudita del Señor con nosotros, su Iglesia.
“Puse mi dicha en hallar
un Corazón para mí…”
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Hermana María (postulante)
“Seguir a Cristo es vivir con Él”
Es educarnos de a poco a vivir, convivir con este Señor vivo, totalmente vivo y presente que desea estar y compartir su vida conmigo.
Digo, educarnos porque no estamos acostumbradas a vivir la vida así…full time con El.
Y en este camino, voy abriendo los ojos a la verdadera realidad!!! EL ESTA!!!! No hay nada más grande y fascinante que esto.
Tomar cada vez más conciencia de que vivimos “de a dos” y esto, en todo, liturgia, oración, charlas, formación, vida comunitaria, trabajo, descanso, comidas, recreos etc, etc,etc
Se trata de ir dejándolo todo, aprendiendo a ser pobre, pero no para vivir con el corazón vacío sino haciéndole espacio a El para que me llene….mi corazón fue hecho por El, El puso esta hambre de plenitud y “TOTALIDAD”….sí, siento cada vez más que fui hecha por Jesús para lo absoluto, lo total, lo infinito…
Vivir con El es dejarte moldear a su gusto, a su manera, a su tiempo, olvidándome de mí misma… Aprender de a poquito a dejar mis intereses, mis pretensiones, mis exigencias, mis sueños superficiales para vivir el deseo más profundo de mi alma: JESUS.
Y para esto TENGO TODA LA VIDA!!!!! QUE FELICIDAD!!!!! TODO EL TIEMPO Y MI VIDA PARA EL!!!!
“Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día” (2Pe 3,8)
“VIVIR CON EL ES ESTAR CON EL EN TODAS LAS COSAS DEL DIA, DONDE VOY DESCUBRIENDO SU AMOR INFINITO Y PERSONAL POR MI”
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Hermana María Lorna (aspirante)
"Para mí la Visitación es
la sonrisa de Dios;
es la Casa del
Corazón de Jesús"
Para mí la Visitación es la sonrisa de Dios; es la Casa del Corazón de Jesús y , en este momento, una escuela de humanidad ¿Un Monasterio de Clausura? Sí, un Monasterio de Clausura. Aquí aprendo a vivir minuto a minuto, circunstancia por circunstancia de manera indescriptiblemente plena. Aprendo a vivir la vida que me toca vivir con sencillez mi REALIDAD tal cual es, con lo bueno y lo malo que pueda ver en mí; y, lejos de huirle, (como muchas veces tendemos a hacer por temor a ver lo que no queremos) aprendo a salirle al encuentro, a mirarla de frente con todos mis sentidos despiertos y , precisamente, en ese encuentro mío con mi realidad, aflora la verdad más autentica, profunda e intima de mi SER, mi IDENTIDAD, aflora mi “QUIEN SOY”. Y es viviendo de cara a esa Verdad, como puedo ser más “yo misma “que nunca.
Al verme reflejada como en un espejo en la Verdad, me encuentro con la mirada de Jesucristo , mi Salvador. Y, contrariamente a sentirme vulnerable y juzgada, me siento, me sé, infinitamente amada y protegida, justificada, salvada, lo cual me hace vivir en constante acción de gracias y felicidad, “proclamando las alabanzas, misericordias y grandezas de Señor”, durante todo el día y especialmente durante el rezo del Santo Oficio.
El Corazón de Cristo es un corazón de carne, un Corazón humano, y aquí nos alimentamos noche y día de ese Corazón “humano de Dios”. Día tras día se aumenta mi deseo de buscar y encontrar ese Corazón y de encontrarle para buscarle aún más. Buscar en cada acontecimiento por pequeño que sea, a Cristo, que continúa obrando en mí su Redención, sus maravillas. Así vivo intensamente cada día en la consciencia de saberme absolutamente NECESITADA DE EL Y AMADA POR EL”.
En esta escuela de nuestro amado y Santo Padre Francisco de Sales, bien conocido como el Doctor del Amor, tan sabio en los deseos del alma y el corazón humano. El tuvo la delicadeza de espíritu y la intuición para descifrar el Misterio: el único y gran deseo que hay en el corazón del hombre que contiene todos los deseos que podamos tener: es Dios, la unión del alma con su Creador, porque como dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
“Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.